El Orden De Mi Desorden, nació con la intención de comunicarme en la lejanía física que mantenía con los míos, aparentemente. Y en el fondo, y puede que una razón más personal y más difícil de ver por el resto, fue una forma de canalizar mis sentimientos en clave de humor (o al menos eso es lo que intenté) de una realidad en la que a veces no me sentía del todo feliz. Creo que, El Orden De Mi Desorden, cumplió con creces ese propósito inicial, aunque no hubiera demasiados comentarios a menudo y esas cosas. Por lo que yo llegué a sentirme satisfecha y muy motivada para continuar con mi proyecto. Cuando volví junto a los míos, el factor “lejanía física” se esfumó, y paulatinamente ha ido cediendo su sitio a otro tipo de lejanía algo más dura y cruel. Esa en la que te encuentras a menos de 50 centímetros, pero en realidad estás a más de 10.000 años luz de todo y de todos.
El Orden De Mi Desorden, ha dejado de tener el significado de antaño y ha dejado de representar para mí ese lugar en el que poder ser elocuente y usar la ironía a mi favor, con fines siempre, completamente inocentes. Es evidente, que no ha cambiado el lugar, sino las condiciones. Y eso, hace que no me sienta especialmente cómodo cuando paro por aquí; a pesar de los esfuerzos de los pocos comentaristas que intentan evitar con su participación que el barco naufrague por, vete tú a saber, qué mares del olvido.
Antes, yo atribuía mi falta de orden a lo que siempre me habían hecho creer, que no lo ponía todo en su sitio por ser un flojo y unoa vago. Y todos se preguntaban, cómo podía vivir ante semejante desorganización. Sin embargo, siempre me defendí como gato panza arriba y lo que me faltaba de orden, me sobraba de gracia para llevarlo todo hacia delante con más o menos suerte. Por lo que terminé comprendiendo que yo necesitaba ese desorden para darle un sentido y un rumbo a mi vida. Que si todo estaba en su lugar, la que se sentía desubicada, era yo. No quiero imaginar lo aburrido que sería todo si las piezas del puzzle encajasen todas perfectamente. Si algún día eso pasase, lo más seguro es que después de terminar el puzzle, una parte de mí moriría con su última pieza.
Compartiendo mis propias teorías existenciales en este penúltimo post (siempre penúltimo, nunca último), diré que para mi la vida se asemeja (lo mismo vino algún otro listo que desconozco con las mismas teorías, ya ves tú) a una ecuación matemática. A medida que vas creciendo, tomando contacto con el mundo real y madurando, las variables que rigen dicha ecuación van aumentando, otras desaparecen porque se van resolviendo o porque comprendemos que en el fondo no son tan importantes. Como seres humanos que somos, tendemos a buscar lo simple, siendo tremendamente complejos o al contrario, según quién y cómo lo mire; y si a nuestra ecuación le quitásemos todos aquellos término superfluos y vacíos, quién sabe si no daríamos con la tan cotizada fórmula de la felicidad. Pero, ese extremo, para muchos sería como para mí encajar todas las piezas del puzzle. “Y ahora, ¿qué?”.
Pues bien, mi vida (y aquí vienen las verdaderas razones) se ha vuelto una ecuación imposible. Llena de variables que poco a poco pasan a depender de otras variables aun más complejas, y así sucesivamente. Hasta tal punto ha llegado la cosa, que ahora mismo no le encuentro un sentido lógico al movimiento que describe, aunque sé que debe tenerlo o quizás sólo quiero creer que lo tiene. El frenético caos hasta el que me he dejado arrastrar víctima de mi propia incredulidad ante circunstancias que no esperaba encontrarme a mi vuelta las cuales pensé que eran transitorias o puntuales, pero resulta que sólo eran el principio de un comienzo, han superado mis límites entrópicos. De manera que necesito reducir mi ecuación, simplificar términos y quitarme de encima variables que tal vez ya sólo son un lastre; que antes me aferraba a ellas viendo imposible eliminarlas, y ahora me hacen más mal que bien. Mi personalidad me impide continuar si no pongo algo de orden, ¡menuda ironía!
Puestos a ser honestos y sinceros (qué mejor forma de irme, como llegué), siento como si durante mucho tiempo hubiese estado pidiendo a gritos ahogados ayuda, y nadie vino al rescate o quizás no vinieron quienes yo esperaba que lo hicieran. Y eso, una vez superada mi dificultad, caló más hondo en mí que cualquier problema existente. Me hizo sentirme muy vulnerable y a la vez, enfadada conmigo misma por permitir que me hicieran sentirme tan poquita cosa. Una tristeza interna que oculto con mi dosis de raciocinio justa y diaria, se halla escondida en mí y aflora más de lo que debiera, implorándome que me centre de una vez en ella sino quiero acabar mal. Antes, me esforzaba muchísimo en explicar mi verdad, mi forma de entender todo y a todos, lo que yo veía con mis idealistas o fatalistas ojos, me gustaba compartir mis teorías, mis ilusiones, mis victorias y mis derrotas, mis proyectos, mis enfados, mi dolor y mi alegría. Me sentía útil ayudando a quien me lo pedía, entregándome a una causa, animando, apoyando, intentando hacer ver el vaso medio lleno… pero, hoy, esta misma madrugada, me he rendido a la evidencia, y por fin digo, basta. Los días previos, sólo hacía un amago, sólo me repetía que se tenía que acabar, que no seguiría así… Creo que ya se vuelve más realidad que otra cosa. No puedo seguir tirando de tantos carros, cuando he sentido que no se movían si mis fuerzas fenecían; he aguantado parada tomando aliento a base de las promesas de compartir la carga, y con el tiempo, todo ha seguido igual. Y me canso de luchar en vano. Supongo que me voy haciendo mayor y tengo que ir reservando mis energías sin despilfarrarlas en “imposibles” porque mi vida apenas empieza y lo que me depara el futuro será mucho más duro que lo que me pueda pasar ahora. Y dentro de esa dureza, tendré que saber buscar mi comodidad, mi manera de encontrar la forma en la que sienta que vale la pena seguir por duro que sea. Llámalo felicidad, o llámalo X. El motivo o la razón.
Puede que sólo sea cuestión de orgullo. No lo sé. De esto, como de todo, aprenderé. Si soy sincero me doy algo de miedo, por el endurecimiento que estoy sintiendo. Aunque todo parezca una queja, en realidad no lo es, sé que me estoy haciendo mucho más fuerte de espíritu, ya no me derrumbo como antes. Y eso, a la vez que positivo, puede que me resulte algo triste si miro hacia atrás. Me estoy sorprendiendo a mi misma. Si se que cada vez tomo más y más distancia, e interiormente aun más. Durante este tiempo quiero conseguir no construir una barrera contra el mundo, por eso tengo, debo y quiero reordenar mi ecuación, y volver a mis límites normales de desorden generalizado. No estoy triste por lo que se fue, estoy aceptando más y mejor de lo que creía, aunque me ha hecho falta tiempo para verlo todo con más claridad.
Por ello a, El Orden De Mi Desorden, quiero mantenerlo al margen, para que no se oscurezca si yo lo hago; para que conserve la ilusión y las ganas del niño que era y lo que quiero recuperar aun con más fuerza, valentía y madurez. Y eso pasa por echar el cierre indefinido a este garito. Pongamos que no es un adios definitivo, pongamos que es un hasta pronto. Hasta que sienta que voy asentando las bases para volver a tener un desorden dentro de mi orden.

No hay comentarios:
Publicar un comentario