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martes, 18 de mayo de 2010

EL REPOSO DEL SÁBADO


El sábado es más que un día de descanso mental y físico. Es incluso más que un día para la adoración. El sábado tiene un significado definidamente redentor, está en estrecha relación con el evangelio eterno.
El Nuevo Testamento utiliza frecuentemente la palabra reposo para referirse a las buenas nuevas de salvación en Jesucristo (Mat. 11:28; Heb. 4:2,3). Desde la misma entrada del pecado, ese prometido reposo salvífico en Cristo ha estado relacionado con el sábado. Es por eso que en el Antiguo Testamento a los días principales de fiesta se les designaba sábados de reposo. Todos ellos apuntaban hacia el Mesías, y hacia su obra redentora.

El significado del sábado, desde el punto de vista de Dios

La palabra sabbath significa "reposo", y el primer hecho que descubrimos en el Antiguo Testamento es que el sábado pertenece a Dios. Él lo llama "mi día santo" (Isa 58:13); "mis sábados" (Éx. 31:13). "El séptimo es sábado para Jehová tu Dios" (Éx. 20:10). Claramente, el sábado pertenece a Dios: es antibíblico calificarlo como el "sábado judío". Sí, fue hecho para el hombre (Mar. 2:27), pero no pertenece al hombre –sea éste judío o gentil–. Pertenece a Dios.

La siguiente pregunta lógica es: ¿Por qué razón el Dios todopoderoso, que obviamente no necesita descanso, apartó el séptimo día como su día especial de reposo? La respuesta bíblica a esa cuestión es que Dios separó ese día de sábado, ese día de reposo, para significar su obra perfecta y completa en la creación (Gén. 1:31; 2:1-3; Heb. 4:4). Ese hecho tiene una importancia capital para nuestra comprensión del evangelio.

Hemos de tener presente que ese sábado es el séptimo día de Dios, no el nuestro. Dios dedicó seis días para la creación de todo lo que es y tiene nuestro planeta. Entonces apartó (santificó) el séptimo día como su sabbath (Éx. 20:11). Adán y Eva fueron creados al final del sexto día (Gén. 1:26-31). Por lo tanto, el sábado (o séptimo día) de Dios, de hecho, para la raza humana fue el primer día completo de existencia. Veamos porqué es eso importante, especialmente al considerar el sábado a la luz de la redención en Cristo.

Dios obró seis días en la creación de este mundo. Solamente descansó cuando su obra fue perfecta y completa (Gén 2:1,3). Adán y Eva, por otro lado, no comenzaron obrando; dedicaron por entero su primer día de vida a reposar en el sábado de Dios. Solamente después que hubieron "entrado" en el reposo de Dios continuaron con los seis días de labor. El ser humano comenzó por recibir primeramente toda la obra de Dios como un don absolutamente gratuito. Solamente entonces pudo la humanidad disfrutar de la creación, en los restantes seis días de la semana.

Lo mismo que la creación, la salvación comienza, no haciendo algo, sino reposando en la obra perfecta y acabada de Jesús, realizada en su vida y en su muerte. Lo mismo que Adán y Eva dedicaron su primer día al reposo sabático, antes de emprender su actividad común, nosotros podemos disfrutar las bendiciones de la salvación solamente reposando primeramente en la perfecta justicia que Jesús ha provisto. Esa perspectiva muestra que el reposo del sábado viene a representar el fundamento mismo de la verdad gloriosa de la justicia por la fe.

Cuando Dios puso aparte (santificó) el sábado, entró en una relación de pacto eterno con la raza humana, una relación en la que el ser humano habría de depender siempre de Él. Así, cuando Adán y Eva pecaron, escogiendo depender de ellos mismos más bien que de Dios, rompieron ese pacto dado por Dios. Como resultado perdieron el verdadero descanso que el sábado simbolizaba. "Con el sudor de tu rostro comerás el pan" (Gén. 3:19). Pero Jesús vino a este mundo con el expreso propósito de restaurar ese reposo que la raza humana había perdido al caer en el pecado (Mat. 11:28). Haciendo tal cosa, restauró el significado del sábado. A fin de recibir las buenas nuevas de la salvación, hemos de retornar a ese principio fundamental del reposo sabático que fue dado a nuestros primeros padres.

El Nuevo Testamento aclara que Jesucristo fue el agente por medio del cual Dios llevó a cabo tanto la creación (Juan 1:3; Col. 1:16; Heb. 1:2,10) como la redención Juan 3:16, 17; Rom. 3:24; 1 Cor. 1:30; Gál. 3:13; Col. 1:14; Tito 2:14; Heb. 9:12; 1 Ped. 1:18; Apoc. 5:9). De la misma forma en que Cristo acabó la creación al final del sexto día y reposó el séptimo, acabó también la redención en la cruz en el sexto día y reposó en el sepulcro el séptimo día (Juan 17:4; 19:30).

Más aún, la obra de Cristo para la restauración, que será completa al final de su ministerio celestial (1 Cor. 15:24-26; Heb. 2:13), está también ligada al sábado (Isaías 66:22, 23). Su obra de restauración será una obra perfecta y completa, tanto como lo fueron la creación y la redención. Por lo tanto, el sábado tiene un triple significado para nosotros: creación, redención y restauración.

Dado que Cristo es nuestro Creador, Redentor y Restaurador, tiene el perfecto derecho a reclamar para sí el título de "Señor del sábado" (Mar. 2:28; Luc. 6:5; Apoc. 1:10). Cuando la nación judía lo rechazó como Mesías, su observancia del sábado perdió el significado. Es por ello que Hebreos dice: "Por lo tanto, queda un reposo [en el original escrito sabbatismos: reposo sabático] para el pueblo de Dios" (4:9). Toda observancia del sábado que no sea motivada por una respuesta de fe a la perfecta expiación efectuada por Cristo en la cruz, es falsificación, y pertenece todavía al antiguo pacto de salvación por las obras.


El significado del sábado, desde el punto de vista del hombre

Dios creó el mundo mediante Cristo, para nuestro propio bien. No hicimos ninguna contribución a la creación; simplemente la recibimos como un don de Dios. Si bien el sábado pertenece a Dios, lo mismo que el mundo, Dios lo hizo en beneficio nuestro (Éx. 31:13; Eze. 20:12; Mar. 2:27). Dios puso aparte, o santificó, el reposo del sábado para recordarnos que Él es nuestro amante proveedor y que dependemos de Él para todo lo que nos es necesario.

Es significativo el hecho de que Dios estableció ese pacto con el ser humano antes de la entrada del pecado. Por lo tanto, si Adán y Eva nunca hubieran pecado, hoy seguiríamos guardando el sábado de Dios como día de reposo. Cuando el pecado entró en el mundo, no obstante, destruyó el significado original del reposo sabático. El pecado es rebelión contra nuestra dependencia de Dios y una demanda de depender solamente del yo (Rom. 1:21; Fil. 2:21). Por lo tanto, cuando el pecado nos separó de Dios (Isa. 59:2), el sábado perdió ese significado para nosotros. El hombre introdujo entonces su propio día de reposo, el domingo. No obstante, a diferencia del día de reposo de Dios, el día por el que el hombre lo sustituyó no señala hacia una obra perfecta y completa –sea en la creación o en la redención–. Ese hecho es de importancia capital a la luz de los acontecimientos finales del gran conflicto entre la salvación por la fe, simbolizada por el sábado instituido por Dios, y la salvación por las obras, simbolizada por el domingo instituido por el hombre.

Sobre la cruz, Jesucristo realizó una redención perfecta y completa, el sexto día, de la misma forma en que había completado una obra perfecta en la creación al final de aquel sexto día (Luc. 23:54). De esa forma restauró el reposo del sábado que había dado en el Edén, y que había sido arruinado por el pecado. Ahora, todos los que reciben el evangelio por la fe entran una vez más en el reposo salvífico de Dios, del cual es señal el sábado (Heb. 4:2, 3; Éx. 31:13; Eze. 20:12; Isa. 58:13, 14). En el sermón de la montaña, Jesús enseñó claramente que si buscamos primeramente su reino y su justicia (que es por la fe), todas nuestras necesidades serán cubiertas (Mat. 6:33).

En otras palabras, el evangelio ha provisto una vía por la que podamos escapar de la dependencia hacia nosotros mismos, que es la causa de todos nuestros problemas, y regresar a la dependencia hacia Dios, que es la fuente de todo gozo y felicidad. Pero una cosa es segura: No podemos servir a dos señores. No podemos servir a Dios y al yo (Mat. 6:24-34). Cuando entramos en el reposo de Dios, su día de reposo ha de ser el nuestro. Es el signo exterior que denota nuestro vivir por la sola fe. Guardar el sábado según esa motivación de la fe es verdadera observancia del sábado.

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